Por Israel Reyes

Qué espectáculo empezamos viendo este 2025 con Donald Trump. La presión arancelaria y la bravuconería ya no tienen el prime para nuestras atenciones después de todo esto. El guacamole para del Super Bowl estará a salvo, Kendrick Lamar nos hará olvidar un rato el trago amargo con su rap político-callejero y Taylor Swift estará robando cámara nuevamente con ese amor tan plástico y colegial que desprende con Travis Kelce. Una vez más la propaganda gringa lo ha logrado, claro, sólo para los suyos, para su voto duro.

México, por su parte, le ha sacado la vuelta a la imposición de un arancel del 25% sobre sus exportaciones a Estados Unidos, una amenaza comercial que podría haber golpeado con fuerza la economía nacional. La presidenta Claudia Sheinbaum logró, a través de una llamada telefónica con Donald Trump, aplazar esta medida que ponía en jaque a la industria mexicana. Sin embargo, este “respiro” no es una victoria definitiva, sino un recordatorio de la fragilidad en la que nos coloca una economía dependiente de Estados Unidos.

El anuncio de Trump cimbró a los mercados y debilitó al peso, que llegó a cotizar por encima de las 21 unidades por dólar. Luego del aplazamiento, la moneda se recuperó, pero la incertidumbre sigue latente. México destina más del 80% de sus exportaciones al mercado estadounidense, una dependencia que lo vuelve vulnerable a los caprichos de la política exterior de la Casa Blanca. Un arancel de esta magnitud habría golpeado a sectores clave como la industria automotriz, electrónica y agroalimentaria, arrastrando a la economía hacia una posible recesión.

Pero, ¿qué tuvo que conceder México para esquivar el golpe? El Gobierno reforzará la frontera norte con 10 mil elementos de la Guardia Nacional para contener la migración y el tráfico de drogas. La pregunta es: ¿cómo es posible que una decisión comercial termine forzando acciones de control migratorio? Aquí es donde queda en evidencia la estrategia de chantaje político de Trump, quien utiliza la economía como herramienta de presión para imponer su agenda de seguridad y su narrativa antiinmigrante.

El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, celebró el aplazamiento y aseguró que defenderá la integración comercial de Norteamérica. Sin embargo, esta “integración” ha significado para México una dependencia que limita su soberanía económica. Las grandes empresas estadounidenses se benefician de la mano de obra barata mexicana, mientras que el Gobierno de México debe maniobrar para no ser castigado con medidas proteccionistas.

Horas antes de la noticia, el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, se reunió con inversionistas para calmar los mercados y enfatizar que el país cuenta con 44.000 millones de dólares en líneas de financiamiento del FMI y la Reserva Federal. Sin embargo, recurrir a estas herramientas financieras no es una solución a largo plazo; es una medida paliativa que expone cómo el modelo económico actual sigue priorizando la estabilidad de los mercados sobre el desarrollo soberano del país.

México tiene 30 días para negociar y convencer a Estados Unidos de que mantener las condiciones actuales del comercio es lo mejor para ambas economías. Pero esta situación nos deja una lección clara: es urgente diversificar nuestras relaciones comerciales y fortalecer el mercado interno. Depender de una economía que usa el chantaje como política exterior no es sostenible.

El tiempo apremia, pero también la necesidad de replantear nuestro modelo económico hacia uno que garantice verdadera soberanía.