Al ser de los pocos, pero asiduos lectores de tu columna nos vuelven coparticipes de las dudas expuestas en tu último texto publicado el pasado 20 de septiembre.
Citamos:
¿Es esta movilización estudiantil creíble por estar basada en su único interés cívico de respetar y salvaguardar la explanada del Tec por su valor patrimonial y cultural? Lo dudo.
¿Es necesario hacer un intento por desacreditar a los estudiantes del Tecnológico de Saltillo en su protesta partiendo de la gota que ha derramado el vaso? La neta es que no, sólo es hacerle la chamba al oficialismo cayendo en una de las figuras gramscianas: la del intelectual orgánico.
Nuevamente citamos:
¿Es posible imaginar que su amor por la institución es tal, que puedan actuar como guardianes morales de la misma para condenar a quienes hayan consumido alcohol ahí? Lo dudo.
¿Esta es una insinuación de moralidad cristiana de, si se es libre de pecado que se arroje la primera piedra? Esperemos que no, no se necesita partir de lo romántico o mesiánico para protestar y más por cosas totalmente legitimas, como pintarle la raya a las autoridades y decirles que en su universidad no se permitirá ver de nuevo al vilipendiado círculo rojo delimitando, bebiendo y tomándose selfies para sus huecas redes sociales; o simplemente la destitución de su directora.
Se condena el clasismo, no al individuo, Luis. Esto incluye el clasismo disfrazado de crítica social.
Citamos:
¿Es este movimiento tan puro −casi orgánico− que intereses magisteriales y partidistas no participan en su ebullición? Lo dudo.
En el caso hipotético de que los estudiantes estén siendo influenciados por intereses ajenos a ellos también sería por la ausencia de las autoridades. Como bien lo comentas en tus líneas, se han dado señales de alerta meses antes. Las omisiones cuestan. No olvidemos que nunca hay ausencia de poder. El poder que pierde el Estado, un partido, una clase o un grupo, lo obtienen casi automáticamente otros grupos, partidos o clases.
A los estudiantes que nos lean:
Les recuerdo que los boomers alguna vez fueron hippies, idealistas, avándaros y soñadores, a los que esta vida culera los golpeó tanto hasta convertirlos en puro cayo y hoy piden mano dura contra ti. La verdadera fuerza sería soportar al mundo sin perder la bondad.
Por Staff de Nación Norteña
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