Por Israel Reyes
Cuando pensamos en muros de Donald Trump, solemos imaginar ladrillos, acero y una frontera física. Pero hoy, México enfrenta un nuevo muro: un muro arancelario del 25% que amenaza con frenar el comercio, debilitar nuestra economía y poner en jaque la relación comercial más importante que tenemos. ¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué significa este golpe para México? Y más importante aún, ¿cómo podemos salir adelante en medio de esta tormenta?
Un Déjà Vu comercial con sabor a crisis
La historia parece repetirse. No es la primera vez que Donald Trump utiliza los aranceles como arma política. En 2018, durante su primer mandato, el entonces presidente republicano impuso tarifas al acero y al aluminio bajo la excusa de “seguridad nacional”, lo que desató tensiones en el marco del TLCAN y dio pie a la renegociación del actual Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC). Ahora, en 2025, Trump regresa al mismo guion, pero con un arsenal político más agresivo: un arancel del 25% a las importaciones de México y Canadá.
Para México, las cifras son alarmantes. Según Moody’s, esta medida podría costarnos hasta 0.8% del PIB en 2025, lo que nos colocaría al borde de una recesión severa. Con un crecimiento proyectado de apenas 1.2% para este año, el impacto no sería una simple turbulencia, sino una auténtica caída libre. Las cadenas de suministro que se han construido durante décadas entre los dos países, sobre todo en sectores como el automotriz, el agrícola y el tecnológico, se enfrentan ahora a una disrupción sin precedentes.
México: principal socio comercial, ¿pero a qué costo?
Para entender la gravedad del golpe, basta con mirar el volumen de comercio entre México y Estados Unidos. En 2024, México se consolidó como el principal socio comercial de Estados Unidos, desplazando a China. Hablamos de un intercambio de bienes y servicios que supera los 839 mil millones de dólares anuales. Sin embargo, este éxito tiene una cara oculta: la dependencia. Más del 80% de nuestras exportaciones tienen como destino el mercado estadounidense. Un arancel del 25% no sólo encarece nuestros productos, sino que los hace menos competitivos frente a otros países como China o Vietnam.
Y aquí hay una ironía histórica: México, que ha cumplido con creces sus compromisos en el marco del TMEC, incluyendo la lucha contra el tráfico de fentanilo y la migración irregular, ahora enfrenta una decisión unilateral e injustificada. La presidenta Claudia Sheinbaum no ha dudado en calificar esta medida como un acto de “subordinación”. Pero, más allá de las palabras, la pregunta es: ¿qué tan preparado está México para enfrentar un conflicto comercial de esta magnitud?
Un viaje al pasado: lecciones del proteccionismo
El proteccionismo no es nada nuevo en la historia económica mundial. Desde la Gran Depresión de 1929, cuando Estados Unidos aprobó la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, sabemos que las guerras comerciales suelen tener consecuencias desastrosas para todas las partes involucradas. En aquella ocasión, los aranceles estadounidenses desataron represalias de otros países, lo que profundizó la crisis económica global.
En este caso, los aranceles de Trump podrían tener un efecto boomerang. México es el mayor proveedor de bienes esenciales para Estados Unidos, desde componentes automotrices hasta productos agrícolas como el aguacate. Encarecer estas importaciones podría generar presiones inflacionarias en el mercado estadounidense, algo que, irónicamente, Trump prometió evitar. Además, romper las cadenas de suministro transfronterizas no sólo afectaría a las empresas mexicanas, sino también a los empleos estadounidenses que dependen de ellas.
Resistencia y futuro: ¿qué puede hacer México?
Frente a esta tormenta comercial, México tiene varias cartas que jugar, pero ninguna garantiza una salida fácil. La presidenta Sheinbaum ha anunciado que se impondrán medidas arancelarias y no arancelarias como represalia, pero la realidad es que nuestra economía, mucho más pequeña que la de Estados Unidos, tiene menos margen de maniobra.
Sin embargo, la crisis también es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra dependencia económica. ¿Por qué seguimos siendo tan vulnerables a las decisiones de un solo país? Es momento de diversificar nuestras relaciones comerciales, fortalecer los lazos con Europa y Asia y apostar por la integración económica de América Latina. El TMEC es vital, pero no puede ser nuestra única estrategia.
También debemos mirar hacia adentro. Aumentar la competitividad de nuestras empresas, invertir en tecnología y educación, y reducir la corrupción son pasos indispensables para construir una economía más sólida y resiliente. Si algo nos enseña esta crisis es que el futuro de México no puede depender de las decisiones de un político extranjero, sea Trump o cualquier otro.
“Lo que no nos mata, nos hace más fuertes”, pero la fortaleza no surge de la resignación, sino de la acción. Es hora de que México deje de ser un “socio menor” y se convierta en un actor global con voz propia. Nuestra independencia económica, política y social no debe estar a merced de ningún muro, ya sea físico o arancelario.
En palabras de la presidenta Sheinbaum: “Cooperación sí, subordinación no.” México tiene el talento, los recursos y la capacidad para superar este desafío. Pero el cambio no vendrá solo; debemos construirlo juntos, como una nación que aprende de su historia y se atreve a soñar con un futuro mejor. Hoy más que nunca, México debe ser dueño de su destino.