El robo de combustible no es un crimen menor. Es una industria clandestina que mueve miles de millones, corroe la economía nacional y financia a las mafias más violentas del país. La reciente desarticulación del clan de Don Checo —una red que operaba en el Estado de México, Hidalgo y Querétaro— confirma que el huachicol no solo persiste, sino que se ha sofisticado. Ya no se trata de simples “picaderos” en ductos: ahora hay bodegas, documentos falsos, complicidad oficial y hasta tanques de 27 metros de largo para almacenar combustible robado.
Coahuila: la ruta fantasma
Mientras el gobierno celebra operativos en el centro del país, en Coahuila el huachicol opera con impunidad. Aquí, el crimen no perfora ductos: los evade. Por su larga frontera con Texas, el estado se ha convertido en un corredor clave para el contrabando de gasolina estadounidense, una variante del huachicol menos visible pero igual de lucrativa.
La ruta del desierto: bandas como los Zetas y el Cártel del Noreste aprovechan las vastas zonas despobladas de Coahuila para mover combustible sin pagar impuestos. Según inteligencia militar, hay camiones cisterna que cruzan por brechas en municipios como Piedras Negras y Acuña, donde la vigilancia es escasa.
Gasolineras fantasmas: En ciudades como Monclova y Saltillo, existen estaciones que venden combustible “pirata” a precios bajos, muchas veces con la complicidad de autoridades locales.
Violencia sorda: A diferencia de Guanajuato, donde el huachicol desata balaceras, en Coahuila el negocio es más discreto. Pero cuando hay choques, son brutales. En 2022, en Ramos Arizpe, un enfrentamiento entre huachicoleros y fuerzas federales dejó 6 muertos y toneladas de gasolina incautada.
El sexenio de AMLO: ¿victoria o espejismo?
En 2019, López Obrador declaró que el huachicol estaba “prácticamente eliminado”. Pero los números no mienten:
- Pemex perdió más de 20,000 millones de pesos en 2024 por robo de combustible.
- El huachicol fiscal (contrabando desde EE.UU.) le cuesta al fisco 177,000 millones de pesos anuales, según expertos.
¿Qué pasó? Simple: las bandas se adaptaron. Si antes robaban en ductos, ahora compran gasolina barata en Texas, falsifican facturas y la revenden en México. Y en estados como Coahuila, donde la frontera es porosa, el negocio florece.
El reto del nuevo gobierno: ¿abrazos o balazos?
Omar García Harfuch, secretario de seguridad, ha puesto “cazahuachicoleros” en puestos clave. Pero el problema no se resuelve solo con operativos. Requiere:
- Aduanas blindadas: frenar el contrabando en la frontera norte.
- Auditorías reales a gasolineras: muchas son tapadera del crimen.
- Atacar la corrupción en Pemex: sin cómplices internos, el huachicol no escala.
Un cáncer que no cede
El huachicol es más que un delito: es un síntoma de un México fracturado, donde el crimen llena vacíos que el Estado ignora. Si el gobierno no ataca tanto la violencia como la corrupción, esta guerra no se ganará nunca.
México no merece un país donde la gasolina sea sinónimo de sangre.