En la política mexicana, los regresos suelen ser actos de cálculo. Pero en el caso de Jaime Cleofas Martínez Veloz, su retorno a Coahuila como delegado de Movimiento Ciudadano parece más bien un gesto de reconciliación con la tierra que lo vio nacer y con la historia que lo formó. Arquitecto de profesión, activista por vocación y político por convicción, Martínez Veloz encarna una de esas figuras que, como diría Daniel Cosío Villegas, se mueven entre la utopía y la gestión.
Nacido en Torreón en 1954, su trayectoria es un mapa de las izquierdas mexicanas: del PRI al PRD, de Morena a Movimiento Ciudadano. Pero más allá de las siglas, lo que persiste es su obsesión por el diálogo, la justicia social y la dignidad de los pueblos indígenas. Fue subdelegado de SEDESOL en tiempos de Colosio, diputado federal en dos ocasiones, y comisionado para el Diálogo con los Pueblos Indígenas durante el sexenio de Peña Nieto. En cada encargo, su sello ha sido el mismo: una mezcla de rigor técnico y sensibilidad humanista.
Su designación como delegado de Movimiento Ciudadano en Coahuila, anunciada por Jorge Álvarez Máynez el pasado 3 de julio, no es un simple nombramiento burocrático. Es, en palabras del propio Máynez, la incorporación de “un luchador social honesto y congruente”. Y en efecto, pocos políticos pueden presumir de haber devuelto el bono de marcha en la Cámara de Diputados o de haber denunciado a Donald Trump por fraude fiscal en Baja California.
Pero más allá de los gestos simbólicos, lo que está en juego es el futuro de un partido que busca consolidarse como tercera vía en un estado históricamente dominado por el priismo. La llegada de Martínez Veloz representa una apuesta por la experiencia, pero también por la narrativa: Movimiento Ciudadano quiere contar otra historia en el norte del país, y ha elegido a un narrador con voz propia.
En sus libros —Chiapas: la paz inconclusa, Juventud, una invitación a la rebeldía— y en sus artículos para La Jornada, Martínez Veloz ha demostrado que la política también puede ser un ejercicio de memoria. Su paso por la Comisión de Concordia y Pacificación en Chiapas y su defensa de los Acuerdos de San Andrés lo colocan en una tradición que va de Lázaro Cárdenas a Samuel Ruiz: la de quienes creen que el Estado debe escuchar antes de imponer.
Hoy, desde su nuevo encargo en Coahuila, el arquitecto social vuelve a trazar planos. No de edificios, sino de alianzas, de causas, de futuros posibles. Y lo hace con la serenidad de quien ha visto pasar muchas tormentas, pero aún cree en la posibilidad del sol.