Ahora que se puso de moda la frase de “la forma es fondo” para señalar un descuido para con la presidenta Claudia Sheinbaum en este último mitin en el Zócalo de la Ciudad de México, platiquemos sobre su autor y de algunos contextos que pudieran ser relevantes.

Si hubiera que elegir a un verdadero arquitecto del pensamiento político en México, el nombre de Jesús Reyes Heroles aparecería con letras mayúsculas. Veracruzano de nacimiento y priista de cepa, fue mucho más que un político de carrera: fue un intelectual, un reformador y, sobre todo, un hombre que entendía la política como un arte que debía ejercerse con inteligencia y principios.

Desde su juventud, Reyes Heroles demostró ser un apasionado de las ideas. Estudió derecho en la UNAM y más tarde se formó en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, pero su verdadera educación política vino de su cercanía con las grandes corrientes del pensamiento liberal mexicano. Fue un lector incansable de Benito Juárez, de Ignacio Ramírez “El Nigromante”, y de José María Luis Mora, figuras que moldearon su concepción del Estado, la democracia y el ejercicio del poder.

Sin embargo, no se quedó en la teoría. En el PRI, partido que en su época representaba el Estado mismo, Reyes Heroles no solo militó, sino que se convirtió en una de sus mentes más lúcidas. Desde la dirección del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (IEPES) en la década de los 60, diseñó estrategias para modernizar al partido y dotarlo de una mayor solidez ideológica.

El reformador del sistema

Quizá su mayor legado fue la Reforma Política de 1977, cuando fungió como secretario de Gobernación en el sexenio de José López Portillo. Consciente de que el PRI no podía seguir ignorando la pluralidad política del país, Reyes Heroles promovió cambios que permitieron la participación de los partidos de oposición en el Congreso. Fue él quien abrió la puerta para que la izquierda tuviera representación legal y quien institucionalizó el registro de los partidos políticos.

Si la política mexicana dejó de ser un monólogo para convertirse en un debate (aunque imperfecto), se debió en gran parte a este hombre que creía en la democracia como un proceso en constante evolución.

“La forma es fondo” y otras lecciones de política

Si hay una frase que se le atribuye a Reyes Heroles y que ha trascendido generaciones, es aquella de “La forma es fondo“. ¿Qué quiso decir con esto? Que, en política, la manera en que se hacen las cosas importa tanto como el contenido de las mismas. No basta con tener buenas intenciones o grandes propuestas: si la ejecución es torpe, si el mensaje es ambiguo, si el liderazgo es débil, el resultado será un desastre.

Y vaya que tenía razón. La historia está llena de políticos que tenían ideas brillantes pero que fracasaron porque no supieron comunicarlas, porque fueron arrogantes en su implementación o porque no cuidaron los detalles de su estrategia. Para Reyes Heroles, la política era como el ajedrez: cada movimiento tenía que ser pensado, calculado y ejecutado con precisión.

Otra de sus frases célebres fue: “En política, lo que parece es“. Con esta sentencia, nos recordó que, en el mundo del poder, la percepción es clave. No basta con ser honesto; hay que parecerlo. No basta con querer cambios; hay que transmitir seguridad de que se pueden lograr.

Y quizá la más dura, pero realista de sus enseñanzas: “En política, las equivocaciones se pagan“. Una lección que muchos han aprendido por las malas.

Leer a Reyes Heroles para hacer política de la buena

Jesús Reyes Heroles no fue un político de pancarta ni un oportunista del sistema. Fue un constructor de instituciones, un pensador que entendió la política como un medio para transformar, no solo para administrar. Leerlo es adentrarse en una visión del poder que no está basada en la improvisación ni en la ocurrencia, sino en la estrategia, el conocimiento y la inteligencia.

En un país donde la política muchas veces parece más un espectáculo que un ejercicio de gobierno, rescatar el pensamiento de Reyes Heroles no es solo un acto de nostalgia, sino una necesidad. Su legado nos recuerda que la política bien hecha no solo se trata de ganar elecciones, sino de construir un país con visión y responsabilidad. Hoy, más que nunca, necesitamos políticos que piensen, que lean, que comprendan la historia y que no confundan la popularidad con la capacidad.

Porque como él mismo diría, la forma es fondo, y en México, el fondo sigue esperando una forma que lo dignifique.