No se trata de una película o serie de acción que nos venden los gringos como clásica propaganda. Es puro terror político. Lo que vivió Los Ángeles este fin de semana —con militares en las calles, gases lacrimógenos contra civiles y redadas que arrancan padres de sus hijos— no es más que el capítulo más violento de la obsesión xenófoba de Donald Trump. Y sí, es personal: eligió intencionalmente una ciudad santuario, latina, rebelde, para mandar un mensaje a su base electoral: “Aquí mando yo”.

Pan y circo: redadas = campaña 2025

Los números no mienten. Según NBC News, el ICE batió récords con 2,200 arrestos en un solo día, muchos de ellos migrantes sin antecedentes, enrolados en programas de monitoreo. Pero el dato clave lo soltó Stephen Miller, el arquitecto de esta cacería humana: la meta es 3,000 deportaciones diarias. ¿La razón? Pura propaganda. Hasta mayo, las cifras de expulsiones bajo Trump eran más bajas que las de Biden en 2024, según registros internos. Pero al “zar fronterizo” Tom Homan no le importan los datos: quiere sangre migrante para los titulares.

California se cuece aparte

El gobernador Gavin Newsom lo llamó “fantasía desquiciada de un dictador“. La concejal Ysabel Jurado denunció “violencia estatal” tras la redada en el Distrito de la Moda, donde agentes irrumpieron como en película de narcos. Hasta Latinas por Trump —sí, esas— criticaron la operación. Pero Trump no busca eficiencia: quiere el espectáculo de la represión. Por eso envió a 4,700 militares: para que el mundo viera tanquetas frente a niños llorando. Es el mismo libreto de 2019, pero con más balas de goma.

Familias rotas, miedo y votos

Mientras Fox News celebra los operativos, las cámaras no muestran a las madres escondiendo a sus hijos en clósets por miedo al ICE, ni a los comercios cerrados en barrios latinos. Trump juega sucio: usa el dolor migrante para movilizar a su base en un año electoral. Pero Los Ángeles, hoy humeante, le recordó algo al mundo: cuando el Estado se vuelve verdugo, hasta los “ciudadanos modelo” despiertan.

Lo que está sucediendo en Los Ángeles no es solo una crisis migratoria; es una crisis moral. La militarización de una ciudad civil, la persecución de familias trabajadoras y el uso de tácticas de terror estatal no tienen cabida en una sociedad que se dice democrática.

Es hora de que la nación despierte y reconozca que esta “guerra contra los inmigrantes” es, en realidad, una guerra contra los valores fundamentales de la humanidad. Los Ángeles, ciudad de ángeles y sueños, no puede convertirse en el campo de pruebas para políticas xenófobas y autoritarias.

La resistencia de Los Ángeles nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, la luz de la dignidad nunca se extingue por completo.

Normalizar el abuso de poder con el argumento de “seguridad nacional” nunca será bien vista.