Es común que para la elección de 2024 la atención se centre en los candidatos presidenciales y en las siglas de los partidos. Sin embargo, ahora más que siempre importan los proyectos que cada cual representa. Los votantes definen su preferencia a partir de un estado de ánimo, más que un proceso racional. Un candidato representativo de emociones es mucho más eficaz que uno a partir de razones. Precisamente por tal consideración el reto mayor de la oposición es trasladarse al terreno en el que los electores definen su preferencia.
Debe reconocerse que las encuestas no son la mejor manera de aproximarse al resultado de la elección. Por una parte, el estudio de las preferencias debe asociarse al del humor social en el que se desenvuelven las personas. El descontento o el miedo son factores que juegan contra el partido gobernante; la tranquilidad y la satisfacción le favorecen. Las encuestas convencionales no abordan estos aspectos, tampoco informan sobre el nivel del rechazo a ser encuestado y esta consideración es suficiente para tomar con reserva los números de la contienda.
La elección de 2024 no sólo debe enfocarse en la disputa por la presidencia. Por lo que está de por medio es considerablemente más relevante la elección de diputados y senadores. El Presidente López Obrador en un exceso de autoridad y rudeza sobre el partido y de sus candidatos -particularmente de Claudia Sheinbaum- ha anunciado que el Constituyente permanente habrá de aprobar, si obtiene mayoría calificada, la aniquilación del Poder Judicial Federal al hacer de los ministros, magistrados y jueces funcionarios electos por voto popular; también ha propuesto la militarización plena del sistema de seguridad pública; el sometimiento del INE al gobierno y al partido dominante, así como la exclusión de las minorías de la representación parlamentaria. De hecho, es un nuevo régimen político, muy alejado de las premisas, valores y supuestos del sistema democrático.
De eso se trata la elección y para que transite la propuesta de involución autoritaria requiere de un triunfo arrollador no sólo en los comicios presidenciales, sino en la de legisladores.
La elección de 2024 será una elección de Estado. El que en la ciudad de México no haya prosperado la candidatura de Omar García Harfuch, promovido por Claudia Sheinbaum, deja en claro quién está a cargo de la campaña y que la candidata presidencial pasa a la condición de ficha del ajedrez presidencial, en lugar de jugadora. El pretendido cambio de régimen, aspiración de López Obrador no ha ocurrido, habría de darse en las últimas semanas de su presidencia, siempre y cuando gane la mayoría calificada.
En prospectiva lo más probable es que la oposición pueda lograr legisladores suficientes para frenar la propuesta obradorista autoritaria. Esto puede lograrse bajo dos definiciones estratégicas fundamentales de la oposición: la guerra de guerrillas a partir de la elección de alcaldes en las zonas densamente pobladas a manera de influir en la elección de diputados federales y hacer de la contienda una suerte de referéndum sobre la política vigente de seguridad de abrazos no balazos. La elección de Coahuila lo muestra y convalida. Queda por ver qué hará la oposición y si en un momento se presenta como un frente único a través de un candidato o candidata única.